Fragmento del inicio de la obra
La escena, un pequeño gabinete, con despacho, biblioteca, televisión, etc. Pero todo
mostrando ese descuido de una casa en la que solo habitan hombres. Los muebles,
aunque algo deteriorados, tienen empaque y antigüedad. No hace falta más
aclaraciones, puesto que el resto se desprende del diálogo de la obra. El decorado y la
ambientación han de estar de acuerdo con ella.
ESCENA PRIMERA
- AMADOR.— (Levantándose del sillón de su despacho polvoriento se presenta al
público como si no quisiera la cosa). Yo soy Amador, el salvador. Y soy también
Amador, el amador. - JOHN.— (Dejando una bandeja sobre la mesa, también como el que no sabe la cosa).
Yo soy John, aunque a veces no sea yo. - AMADOR.— Yo soy el señor.
- JOHN.— (Independiente el uno del otro). Yo soy el criado.
- AMADOR.— (Reparando). Enciende la luz, John.
- JOHN.— No hay luz, señor.
- AMADOR.— (Sentándose). Puedes darle con la manivela.
- JOHN.— Me compraré un altavoz.
- AMADOR.— ¿No oyes?
- JOHN.— Me compraré un altavoz.
- AMADOR.— Enciende la luz. (Por su mesa). Ábreme el cajón.
- JOHN.— Sí, señor. Me compraré un altavoz.
- AMADOR.— (Sin altanería). Yo soy el señor.
- JOHN.— Yo soy el criado.
- AMADOR.— (Pasándole la mano). ¿Qué te pasa?
- JOHN.— Que me he dado cuenta de que soy el criado.
- AMADOR.— Pues no se nota que yo sea el señor.
- JOHN.— Me compraré un altavoz.
- SUSPIROS.— (Solterona estrafalaria. La acompaña un vejete calvo que también puede
ser solterón aunque no hable. Trae una gran maleta roja que deposita en el suelo con una muestra de alivio muy natural.
A una señal de la solterona, desaparece con una
ceremoniosa reverencia. Durante esta entrada, todo ha de ser por señas. Don
AMADOR y JOHN permanecen mudos, sorprendidos. No habla sin suspirar, por eso le
llamamos doña SUSPIROS. A medida que va transcurriendo la obra, se olvidará de
ello. Don AMADOR la observa en silencio, se dirige a su mesa y se enfrasca en la
lectura de un libro con tapas azules. Tras un silencio que nadie parece querer romper,
la solterona rompe el fuego). ¿Vive aquí don Amador? - JOHN.— ¿Pregunta acaso por el señor?
- SUSPIROS.— ¿Es que no es el mismo que don Amador?
- JOHN.— Yo soy el criado.
- SUSPIROS.— Pues tiene el encanto de un lord. Si yo hiciera los Lores les
pondría su misma cara, excepto las cejas.