Biografía

Orlando José de la Encarnación Hernández Martín nació el 19 de marzo de 1936 en el Barrio de Santo Domingo, en la calle Ruiz de Alda, nº 5, ahora calle de Antonio Vicente González, Agüimes, Gran Canaria, y fue bautizado el 30 de marzo de 1936. Era el menor de diez hermanos y sus padres, Juan Hernández Herrera, de oficio labrador, e Isabel Martín Rodríguez, ama de casa, eran prácticamente analfabetos.

Casa natal de Orlando Hernández y familia

Estudió su primera enseñanza en la escuela de Agüimes y seguidamente ingresó en las Escuelas Profesionales Salesianas del Corazón de Jesús (Las Palmas de Gran Canaria), al serle concedida una de las becas donadas por D. Alejandro Hidalgo Romero. En el centro salesiano no solo aprenderá un oficio, sino que crecerá su interés por la literatura y en especial por el teatro, participando en todo aquel evento cultural que se realizara en sus salones. Cuando terminó sus estudios, vivió en la pensión de doña Juanita, situada en la calle San Francisco de Las Palmas de Gran Canaria, cuya propietaria era una vecina de Agüimes. Comenzó a trabajar en la Imprenta Telde, 1955, y en la Imprenta Rexachs, durante los años 1956 y 1957. En el diario personal menciona, el 2 de diciembre de 1958, la razón por la que estudió Artes Gráficas y cuáles eran sus deseos laborales:

«Claro está que soy tipógrafo porque lo elegí inconvenientemente; habían otros de mi pueblo que lo eran cuando estábamos en el colegio, y yo quise imitarles. Además el nombre me parecía el más artístico de los pobres oficios que allí habían. Yo pensaba luego hacerme periodista. ¡Qué lucha, señor, tengo mi alma lacerada y no veo aliciente alguno por ninguna parte!»

En este mismo año se matricula en el I.E.S. Pérez Galdós para cursar Bachillerato en el régimen nocturno y alterna los estudios con los trabajos de agente comercial y cobrador de seguros de vida.

Sin embargo, sus inquietudes periodísticas se iniciaron en 1956 con la publicación el 13 de julio de un artículo titulado «Progreso» en el Diario de Las Palmas. Será a partir de los años sesenta cuando se intensificará su colaboración periodística con este diario y con la revista oral Palabras, que en su edición 36, del 5 de octubre de 1961, celebrada en Santa Brígida, debutará con una charla sobre costumbrismo y humor canario. Por esta época nuestro autor convive con su madre y con sus sobrinos María Jesús Carrasco Hernández y Antonio Carrasco Hernández, en un piso que había comprado el padre de estos en la calle Santa María de la Cabeza, nº 10, 4º dcha., en la capital grancanaria, al trasladarse los sobrinos desde Agüimes a la ciudad con el fin de estudiar Magisterio. Por estos años alquiló un local en su pueblo natal, donde puso una tienda de ropa, útiles de cocina, menaje y adornos, que gestionaba una hermana suya. Precisamente este local es actualmente una de las salas de su Casa Museo. Su trabajo diario como periodista estuvo ligado a los periódicos insulares: el Diario de Las Palmas, El Eco de Canarias, La Provincia y Canarias7.

También fue intensa su labor en la emisora Radio Atlántico, donde en 1964 inicia el programa «Tardes poéticas», que se emitía los domingos, para acercar la voz de los poetas al pueblo; asimismo en la misma emisora dirigió y presentó durante catorce años la emisión radiofónica de los programas costumbristas «Las aventuras de maestro Rafael» y «Cosas de Pepito el Árabe», y a los que hay que añadir «Decires canarios», donde se explicaban los diferentes significados de las expresiones insulares. Se retoma, a partir de mayo de 1982, el programa de radio «Cosas de Pepito el Árabe y maestro Rafaé» en Radio Cadena Española, antes Radio Atlántico, y en el que participan como actores Ana María Peñate, José María Cassiano, Pepita Chirivella y el mismo autor. Años más tarde, ya en 1994, reaparecen de nuevo los programas «Aventuras de maestro Rafaé» y «Decires canarios» en Onda Guanche Radio. A finales de los años sesenta nuestro autor se comprará un piso en la calle Perdomo, nº 23, en Las Palmas de Gran Canaria, donde residirá definitivamente, aunque sin prescindir de las visitas semanales a su pueblo natal, hasta su fallecimiento.

Su labor literaria fue prolífica y abarcó todos los géneros literarios, destacando por su obra dramática, narrativa y poética: escribió más de veintiséis obras de teatro; cuatro novelas y más de cuatro libros de poemas y diversos ensayos, entre estos últimos destacan los dedicados al español de Canarias..

Junto a otros creadores y periodistas de la isla intervino en el ambiente cultural de la ciudad, ofreció conferencias, promulgó varios homenajes a diferentes artistas y fue un incansable colaborador en exposiciones de pintura y veladas poéticas. Dinamizó la actividad teatral en Gran Canaria al crear y dirigir cuatro grupos de teatro aficionado: Agrupación Atlántida, por los años sesenta; Tagoror, por los años setenta; La Chalana, por los ochenta; finalmente, El Henchidero, por los noventa.

Este compromiso con la sociedad canaria y con la cultura fue tal que participó en lo que se denominó «Operación camello», cuya misión pretendía acercar culturalmente Canarias y la Península por parte de un grupo de jóvenes artistas: Juan del Río Ayala, José González Villavicencio, Juan Ortega Medina, Sebastián Sosa Álamo, Francisco Luis Hernández, Antonio Carrasco Hernández, José Luis Morales y Orlando Hernández. Los objetivos concretos eran: obtener rebajas en los vuelos de Iberia entre las islas y el resto de España; realizar en Madrid una exposición de productos típicos canarios; desarrollar en el Hogar Canario de Madrid varias conferencias sobre el viaje y entregar una imagen de la Virgen del Pino al párroco de La Almudena. La caravana llevaba varios camellos dirigidos por un camellero de Fuerteventura y partió el 25 de marzo de 1967 desde Las Palmas de Gran Canaria hacia Madrid. Nuestro escritor escribió en el Diario de Las Palmas sus «Crónicas viajeras», dando testimonio de esta aventura por las tierras de la Península.

Hernández vivió solo, acompañado de sus libros y a veces de sus amigos. Entre ellos destacan Carlos Morón, Sergio Calvo, Jesús María de Arozamena, Juan José Laforet… Visitaba los bochinches con asiduidad, generalmente salía de noche, de donde recogía el habla del pueblo, además de refrescarse el paladar con una buena copa. Su naturaleza campesina le forjó la mirada austera y sincera con quien se topaba y su ironía canaria formaba parte de su incansable crítica ante la injusticia.

Elaboración de contenido: ©Agustín Carlos López Ortiz