Fragmento del primer cuadro
Sobre un telón de fondo gris se destaca, en primer término, una araña o trozo de red
roja pendiente del techo, bajo cuya especie de palio depositarán cuatro mogoles las
andas en las que traerán, majestuoso y despótico, a Juan-Sol. Una marcha de
orquestina los acompañará hasta que lleguen bajo la araña solar. En la comitiva,
Adelfo y una especie de bufón, que llevará unos platillos que hará sonar en
determinados momentos de la actuación. La orquestina cesa al llegar al centro del
escenario, y todos se inclinan, reverentes, ante las palabras de Juan-Sol.

  • JUAN-SOL.⎯ (Ordenando desde lo alto de las andas). ¡Quietos, quietos todos! La
    acción solo me está encomendada a mí.
  • LOS MOGOLES.⎯ (Desganados y monótonos, al unísono). ¡Lo sabíamos, señor, lo
    sabíamos!
  • JUAN-SOL.⎯ Afirmada vuestra humillación, podéis retiraros.
  • LOS MOGOLES.⎯ (Igualmente reverentes). ¡Bienaventurado seáis, señor,
    bienaventurado! (Dejan las andas, hacen una profunda reverencia y se sitúan a
    espaldas del tirano, pendientes de cualquier orden).
  • ADELFO.⎯ (Pelotillero). Estos están totalmente amaestrados y no ofrecen peligro
    alguno. Los que me preocupan son los otros. ¡Los otros!
  • JUAN-SOL.⎯ ¿Quiénes te preocupan? ¿Por qué?
  • ADELFO.⎯ Me preocupan ellos, los insatisfechos; ¿quiénes iban a ser?
  • JUAN-SOL.⎯ ¡Estás loco! Esos… como quiera que se llamen, son incapaces de nada.
    ¡De nada!
  • ADELFO.⎯ Así parecía. Sin embargo, ayer he visto a uno en actitud pensativa.
  • JUAN-SOL.⎯ Eso no es posible. Seguramente te deslumbraría tu exceso de celo por
    cuidarme. Pero los necios no pueden pensar, y bajo mi tutela podrán menos. Además,
    ellos tampoco lo desean. ¡No lo desean!
  • ADELFO.⎯ Pues ellos pensaban; pensaban en la lluvia. Lo he podido comprobar y
    puedo aportar pruebas.
  • JUAN-SOL.⎯ Bueno, si pensaban en la lluvia, no pensaban. Deseaban solamente. Y eso
    de los deseos es algo que todavía no he podido cortarles. Pero es una tontería. (Sonríe
    grotescamente). Una quimera sin peligro alguno. Yo tengo todas las llaves; el sol lo
    tengo en mi estómago y no podrá haber tormenta sino cuando yo lo desee. ¿Ves…? (Se
    da tres golpes en el estómago, del que empiezan a salir rayos y relámpagos con final de
    descarga. El platillero ha hecho sonar los platillos al compás de los golpes). ¿Hay
    quién pueda con Juan-Sol? (En el paroxismo de la tontería se ha puesto de pie sobre las
    andas, ridículamente dictatorial. Por los laterales, extrañamente vestidos, como
    pertenecientes a un raro hospital, aparecen Jano, Roble y la anciana Margara,
    acompañados de otros enfermos que no hablan).
  • TODOS.⎯ (Obligadamente sumisos y al unísono). ¡Gloria a Juan-Sol, gloria! ¡Que los
    insectos nos coman, gloria!
  • JUAN-SOL.⎯ ¡Gloria a mí! Elegido desde todos los tiempos, sustentaré con mi sombra
    a todos los habitantes de la Isla del Agua, de la que también formáis parte vosotros, los
    felices súbditos de mi propiedad.