Fragmento del primer acto
ESCENA SEGUNDA
- LUIS.⏤ (Entrando en ropa de faena. Tiene veinticuatro años). ¡Hola, madre! Parece
que discutían. - MARIANA.⏤ Estábamos hablando. Pero siéntate, vendrás cansado.
- LUIS.⏤ Como siempre. Mientras no salga de aquí no hay nada que hacer. Esto está
muy visto y muy pisado. - MARIANA.⏤ ¡Lo que faltaba para terminar de acabarnos!
- LUIS.⏤ Pues tarde o temprano tendrá que llegar.
- ANTONIA.⏤ Hay algo más grave que eso, en lo que debías hacer caso de tu familia.
- LUIS.⏤ ¿De qué se trata? ¿Algún nuevo drama?
- MARIANA.⏤ Nada de dramas. Lo de siempre: que debes acabar de una vez con esos
amores que nos molestan a todos en esta casa. - LUIS.⏤ ¡Y dale con la misma cantinela! ¡Quiero que te calles, madre. Que no me
nombres más a esa mujer! - MARIANA.⏤ Es que no te conviene. Las mujeres tienen que ser de raza, como las
vacas. - LUIS.⏤ ¡Cállate, madre! Te lo pido.
- ANTONIA.⏤ Sí, Luis. Tu madre tiene razón. Tú eres labrador y lo sabes. Las vacas
tienen que ser de raza para que den leche, y María no es buena. - LUIS.⏤ ¡Pues haré que se parezca a ti!
- ANTONIA.⏤ ¡No, eso no lo hagas! Tu tía no tiene otro defecto que el haber querido a
un egoísta que tenía que ser de esa calaña, como ella. Pero estoy sana como un traje
nuevo con un trabón. Ya todo me importa poco. Solo me interesa mi hijo. Pero quisiera
que no te enredaran, que huyas de esa gente que envenena acariciando. - MARIANA.⏤ Tienes que dejarla, hijo mío. Yo no me he desvelado tanto para que
luego te vayas con una cualquiera. - LUIS.⏤ ¡Eso, el egoísmo de siempre! Como me criaste quieres cobrarlo.
- MARIANA.⏤ No es egoísmo. Lo hago por tu bien.
- LUIS.⏤ Yo no quiero escuchar nada. Sé lo que tengo que hacer.
- ANTONIA.⏤ Te lo dice tu tía: ¡esa te pudre!
- LUIS.⏤ ¡Déjenme que me pudra! ¡Estoy ahíto de tanto consejo!